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Caro, complicada

«El que es capaz de sonreir cuando todo le esta saliendo mal, es porque ya tiene pensado a quien echarle la culpa» – Les Luthiers

Hay que admitirlo, las solteras no tenemos una a nuestro favor.

Pero lo que le pasó a mi amiga Carolina ya es too much.

Situación nada agradable, episodio lamentable, angustiante y estresante, este hecho que les contaré a continuación puso en riesgo, al menos por un tiempo, hasta la propia salud mental de la cuerdísima Caro.

Y se dio de esta manera….

Hace unas semanas Caro estaba conociendo a Mariano.

Que parecía un buen tipo, que era buen mozo, que era divertido.

Un viernes a la noche terminaron la velada en el departamento de él. Y la peli de rigor dio paso a la intimidad, varias  veces seguidas.

Caro le puso onda, pero no murió de amor.  De hecho, se aburrió bastante y dispuesta a no conformarse con poco, dio por cerrado el capítulo.

Desilusionadísima, al día siguiente planeó su noche de sábado en pantuflas y joggineta. Compró un vino y un kilo de helado y se bajó las últimas 4 horas de 24.

A las diez de la noche me confirmó que se quedaba en su casa. Apagó, entonces, el celular y desconectó el teléfono.

Pero no contaba con la astucia de Germán, uno de sus ex más olvidables.

El tipo reapareció a través de un timbre que sonó justo cuando daban las cero horas del domingo.

Con medio litro de Syrah encima y empachada con helado, Carolina lo dejó pasar.
Germán era uno de esos hombres irresistibles, que lograban torcer la voluntad de la más resuelta. Y Caro no se hizo la difícil.

La simpatía de Germán logró emborracharla un poco más y, así, Germán se garantizó una función privada de lapdance, seguida de sexo desenfrenado.

Esa noche Caro no se aburrió, cree.

De cualquier manera, Germán era ex por razones que no caducaron al día siguiente, con lo cual, Carolina procedió a reestablecer el órden habitual de las cosas.

Todo siguó tranquilamente su curso.

Hasta ayer.

Ayer Caro me llamó llorando: tenía un atraso.

Hoy el atraso se convirtió en un latido fuerte que se escucha claro, nítido y certero en las entrañas de esta mujer soltera.

Que no tiene idea, ni la más remota, de quién pueda ser el padre de la criatura.

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Ceci en la pelu

 «Causa mucho mejor efecto que los demás describan tus cualidades sin tu ayuda» – Judith Martín

 

Recién estaba enfrascada en la diaria de la oficina y sonó el teléfono.

Era mi amiga Cecilia que, enfáticamente, me contaba lo siguiente:

 

– «El sábado fui a la pelu y me di cuenta de algo importantísimo…»

 

Hizo una pausa, para aumentar el suspenso y logró captar mi interés.
Dejé el laburo a un lado y le presté atención:

 

Me pasó algo que ya me había pasado antes, pero en la cama.

Me atendió un tipo que nunca me había atendido hasta ese día.

Le tocaba lavarme la cabeza.

Espero que me laven el pelo con ansias, Ve… Es un momento, como sabés, de disfrute pleno para quienes usamos la peluquería para desengancharnos de la diaria, del stress.

En fin, no pude relajarme ni un segundito porque el flaco no sabía mover los dedos.

Agitaba las yemas sobre mi cabeza haciendo movimientos inconsistentes. No ejercía presión. No lograba el efecto de bienestar. No hacía irrigar la sangre. Sus masajes eran duros, secos…

Se entreveía la buena intención, pero no sabía hacerlo.

En menos de un minuto logró que yo estuviera tiesa, incómoda, molesta.

Me quería matar.»

 

Le contesté con dos o tres monosílabos que daban a entender que la entendía y que lo lamentaba por ella.

 

No fue solo eso, Vera. Acá está lo peor:

Porque este hombre no solo se conformó con arruinarme uno de los momentos más preciados del sábado sino que, al mismo tiempo, empezó a vanagloriarse de lo bueno que era en lo suyo.

De cuan pocos eran los que sabían lavar bien el cabello, de que su técnica milenaria era conocida por pocos, que había que ser poseedor de un don especial, que conocía a sus clientas solamente por su cabello, etc, etc…»

 

Pobre Ceci.

No solo se había encontrado con un hombre inexperto e ineficaz, sino además prepotente y engreído.

 

Los conocemos bien, están en todos lados:
Y en el terreno sexual nos los hemos cruzado en muchísimas oportunidades.

 

Hombres que piensan que sexualmente son el oasis de cualquier mujer.

El nirvana. El paraíso. La llave hacia el goce pleno, hacia el ORGASMO con mayúsculas.
Ellos se lo creen realmente, tienen autoestimas envidiables.

Pero no solo no son eso que prometen.

Sino que son realmente malos.

Porque al creerse supermanes no se dan espacio para aprender de una, para observar las respuestas, para medir causa y efecto.

No registran a las mujeres con las que están.

 

Arrogantes, se pierden la mejor parte: la de compartir el éxtasis verdadero.
La de ver la cara de una mujer que tiembla de placer.

 

Con esa actitud se pierde ese privilegio. Recapaciten.

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Connie Caribeña

 

«Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece» – Jorge Luis Borges

 

La mejor noche de Connie fue en un hotel caribeño 5 estrellas.

 

Pasó más o menos así:

 

Después de otro fracaso amoroso, Constanza se pidió una licencia en el trabajo y se fue  procesar y llorar sus penas a una playa de arenas blancas con cocktails all inclusive.

La última noche antes de volver a la rutina, ya con el proceso de duelo avanzado, Connie decidió darle un descanso al roomservice y bajar a cenar sola en el restó del hotel.

Ella era bastante poco conciente de la realidad de que hay pocas cosas más atractivas que una mujer sola tomando vino en un restaurante pero rápidamente su mirada triste y perdida atrajo a Lars como mosca a la miel.

 

Lars era alemán y esa noche se prendió a Connie como a la última posibilidad de ser feliz.

 

Pasaron la noche juntos y despiertos: explorándose cada centímetro, descubriéndose los puntos sensibles, notando como lograban que la química funcione casi explosivamente, sabiendo exactamente que hacer, dónde estar, cómo actuar…

 

Ella se tuvo que ir al alba, dejando a un agobiado Lars en la cama.

 

Pero, como habían acordado, ella dejó sus datos garabateados en un papel antes de emprender el regreso.

 

Lars durmió, feliz, todo el día, aún mientras que la camarera de turno se deshacía de toda la  basura del día anterior.  Incluso de las letras escritas por Connie. 

Así la posibilidad de que la historia siguiese se perdió para siempre.

 

Connie y Lars no van a volver a verse.

Parece que el amor de la vida de una si existe, pero se vuelve a su país sin tu mail.

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lili no pone resistencia

“Heridas y ojos son bocas que nunca mienten” – Calderón de la Barca.

Ayer cené con Lili:

– “Julio finalmente pasó la primera base ayer” – suspiró.
– “Y digo – “finalmente” – no porque hubiese estado esperándolo con ansias, sino porque lo veía venir desde hace días” –

La miré fijo, esperanzada.
Lili lo dedujo y negó rotundamente con la cabeza.

-“ Pasó, si. Pero mal, muy MUY mal. La peor, la peor vez de todas” – dijo, categórica. “La peor. Y, tristemente, la dejé entrar a mi historia como a una buena, deseando que el reloj acelerara, que desaparezca, que un rayo fulminara el lado derecho de mi cama…” –

La mirada azul de Lili se ensombreció a medida en que me fue dando más y más detalles. Me narró como Julio no pudo y no supo activar ninguno de los botones de su cuerpo. Como fue que no la interpretó, ni la cuidó. Cómo fue que se sintió durante horas maltratada, ultrajada, hundida, penalizada. Como no se animó a decir que no de forma categórica. Como él se había ido satisfecho. Cómo él no había entendido

La escuché indignada, pero no atónita.

Cada vez más pasa que, como ella, terminamos en la cama con perfectos bestias, energúmenos y patanes: víctimas del miedo.

Noches que son resultado del terror que sentimos, de la amargura, de la certeza de que lo único que nos podemos merecer es otro idiota más que nos trate como muñecas inflables animadas.

Noches que se acumulan en más meses y más años de Lilis, Anitas, Marcelas y Paulas insatisfechas, frustradas, malcogidas.

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Piropos para Hanna

 «Nadie se queja de tener lo que no se merece» –  Jane Austen

A David no le gustan las uñas que Hanna tiene pintadas de negro.
A Hanna le encantan.

David las tolera e incluso las elogia, porque sabe que, finalmente, él podrá cerrar los ojos e imaginarlas del color que a él le plazca en el momento en el que ella se las clave en su  espalda…

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Hombres en la vida de Lucía

«Solo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda… no me acuerdo» – Woody Allen

Lucía tiene en su haber:

Un chileno, en NY
Un brasilero, en Bahía
Un tucumano, en París
Un londinense, en un black cab
Un albergue transitorio de Asunción
Un autocine de La Paz
Un cuarto de hotel de Punta del Este
Un belga, en Sao Paulo.

Pero cuando le preguntan por su pasado ella solo cita a 3 porteños.
No la juzgo. Nadie declara lo que tiene off shore.

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Pipa y la lluvia

«A las mujeres hay que quererlas, no comprenderlas» – Oscar Wilde

Pipa conoció a Darío en la parada del colectivo.
Ella estaba demasiado sola y triste. Él no necesitó hacer mucho más que percibirlo.
Llovía torrencialmente y ella estaba tratando de encender su cigarrillo. Él la ayudó,  resguardándola del viento.
-“Ahora que lo lograste, seguro viene el bondi” – le dijo.
Ella sonrió, empapada.
Él le corrió el pelo de la cara.

Ella no se resistió y 20 minutos después le ofrecía un café y una toalla seca.

Después de esa noche no se volvieron a ver.

Él estaba yendose de viaje y en su equipaje llevó una ex amante más en su haber y un CD que Pipa nunca le regaló, como souvenir.

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le pasó a Vero

El verdadero viaje se hace en la memoria” – Marcel Proust

Vero conoció a Eduardo en su trabajo anterior, hace ya unos cuantos años.
Se volvieron casi amigos y estuvieron cerca de volverse amantes. No lo hicieron por miedo a romper el protocolo laboral y su relación perfectamente armónica y cordial.

El año pasado Vero se cambió de trabajo. Ella y Eduardo no eran lo suficientemente importantes el uno para el otro como para que mantenerse en contacto fuera una decisión justificada.

Fue por eso que, hasta ayer, no se volvieron a ver, cuando el azar los juntó en una calle cualquiera.
Durmieron juntos anoche y hoy se separaron, esta vez para siempre.
Ya no quedaban deudas pendientes.

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Gisela, enfiestada

«Hablando de nuestras desventuras ya las aliviamos» – Pierre Corneille

La celebración de fin de año de la empresa terminó mal, muy mal.

Aunque, para ser más específica, la que terminó mal fue Gisela.

Borracha, con el taco roto y el maquillaje corrido.  Y, minutos más tarde, en la cama con el Gerente de Ventas para los países de América del Sur.

Hablaban distintos idiomas hasta en la cama.
Y cuando el preservativo se rompió en uno de sus torpes movimientos ella recobró la sobriedad de golpe.

Durante los siguientes días tuvo miedo, mucho miedo.

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fabiola virgen

«La vida entera, a partir del momento en que nacemos, es un proceso de aprendizaje» – Jiddu Krishnamurti

Fabiola se sentía tan inadecuada con su virginidad a sus 24 años que cuando le llegó la hora con su novio Felipe prefirió no decir nada, asumiendo que para aclarar su situación después era mejor que ahora

Se equivocaba.

Felipe hizo su trabajo: avanzó sobre ella con la vertiginosidad y el apetito de las primeras veces con alguien y, como pasa seguido, no registró en ella ni inexperiencia, ni incomodidad, ni dolor.

 

Pasaron 10 años y Fabiola sigue encontrándose con tipos que no la registran en la cama.

Solo que en lugar de quedarse callada y quietita, temblando de miedo,  ella ahora se levanta, les abre la puerta y los saca de su casa y de su vida.

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